En el Zaire, hoy República Democrática del Congo, entre el 25 de abril y el 28 de mayo de 1995, durante la epidemia provocada por el virus mortal Ébola, en poco más de un mes, murieron seis Hermanas de los Pobres, todas enfermeras, prestándose incondicionalmente para el cuidado de los enfermos en el Hospital y cuidándose entre ellas. Fueron misioneras allí por muchos años.
En el Hospital de Kikwit ya hacía tiempo que llegaban enfermos, que en muy poco tiempo se agravaban y morían. Hacia el 20 de abril llega repentinamente a Bérgamo la noticia de que la hermana Floralba, afectada por extraño malestar, es grave y que en la misma situación se encuentran otros enfermeros y médicos. Muere el 25 de abril.
La hermana Clarangela, a pesar de experimentar un extraño sentido de cansancio, continúa su servicio generoso a los numerosos enfermos afectados por ese extraño malestar.
El Prof. Muyembe, experto virólogo zairense venido de Kinshasa, expresa enseguida la sospecha que se trate de Ébola, luego confirmado por el Centro de Atlanta (USA) dentro de la primera década de mayo, cuando el virus ya ha afectado a la hermana Clarangela, segunda víctima entre las Hermanas. Muere el 6 de mayo. La misma suerte le corresponde a la hermana Danielangela, contagiada durante la vigilia hecha a la hermana Floralba, la noche antes de que muriera. Después de algunos días de sufrimiento, ella también a pesar de los cuidados de los médicos, muere el 11 de mayo.
En Kikwit, a medida que el contagio continúa extendiéndose entre los enfermos y los profesionales de la salud, aumenta el miedo y el pánico. Mientras tanto, la hermana Dinarosa, que permaneció en el hospital para atender a los enfermos, continuando su misión al servicio de los pobres como el beato Palazzolo quería, se contagió. Muere el 14 de mayo.
¡Esperemos que sea el final! ¡Pero no es así! Ebola ya está actuando en las dos últimas víctimas entre las Hermanas de los Pobres: la hermana Annelvira, la Superiora provincial que acudió de Kinshasa a Kikwit, al lado de la
hermana Floralba y permaneció constantemente junto a las hermanas contagiadas. Muere el 23 de mayo.
También la hermana Vitarosa, venida de Kinshasa por la gravedad de la situación, se ofreció generosamente para el cuidado de las hermanas enfermas. ¡Inútiles los intentos de numerosos profesionales de la salud que intentan retenerla! ¡Se siente llamada allí por el Señor, que la espera por una ofrenda extrema de amor! Muere el 28 de mayo.
¡Seis vidas entregadas, seis mujeres, que generosamente, sin reservas, han ofrecido su vida a los hermanos, según el testamento de Jesús, por lo que “nadie tiene un amor más grande que éste: dar la vida por los que se aman”!
de “La Fuerza del amore” – Padre Arturo Bellini
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