En su casa en Cailina, un pequeño pueblo de Valtrompia (BS), de papá bautista y mamá Maria Riboldi, en 1936 nació Teresina Belleri. Crece junto a su hermana mayor, Domenica, y a su hermano menor, Pierino, en un clima de fe creado por el ejemplo, y de sacrificio, el requerido por la cotidianidad. Además de dedicarse a la familia, papá trabaja en el taller y mamá en una fábrica de algodón.
Terminada la escuela primaria, Teresita colabora en las tareas domésticas y dedica tiempo para estar con Agnesí, prima de su madre, donde aprende el trabajo de costurera. Pero no es un oficio adecuado para una
joven exuberante, llena de energía. De hecho, apenas puede, deja la aguja, las tijeras y el hilo para pasar a los pernos de hierro de una fábrica de Lumezzane.
En la parroquia están presentes las Hermanas de los Pobres, las frecuenta y admira; participa con empeño en la Acción Católica, profundizando el mensaje cristiano para poder dar un testimonio de vida que incluya también el ejercicio de la caridad. Pronto se enciende en ella el deseo de dedicar toda la vida al Señor.
El lugar de trabajo es para llegar en bicicleta, pero el último tramo es cuesta arriba: las amigas la dejan en un depósito y suben al autobús de línea; Teresina continúa la subida en bicicleta, para llevar en el bolsillo el
dinero del pasaje, que le servirá para el ajuar de religiosa, para consagrarse a Dios.
En marzo de 1957 llega a Bérgamo entre las Hermanas de los Pobres: alegre y optimista sigue el camino de formación con otras jóvenes. En la toma de hábito recibe el nombre de Hermana Dinarosa; y ya siente fuerte el encanto del lema del Fundador: “Yo busco y recojo el rechazo…”. Lo medita, lo conserva en su corazón, reza, y sueña con los pobres, solos y abandonados, en tierras lejanas.
Después de la Primera Profesión está feliz de asistir a la Escuela de enfermeras profesionales y, al final, de prestar su primer servicio en Cagliari, en un hospital especializado para formas distinta de tuberculosis.
En 1966 es enviada al Congo, al Centro Hospitalario de Mosango: feliz, durante 17 años estará dedicada a leprosos, enfermos de tuberculosis, niños enfermos. En el segundo regreso a Italia, en 1975, tendrá la alegría de estar entre los misioneros que han recibido el Crucificado por el S. Padre Pablo VI. Partirá con la misma alegría, hacia el Hospital de Kikwit, todavía entre leprosos, desnutridos, afectados por malaria y verminosos, que sufren de SIDA.
En 1990 se alegró de poder volver a Cailina, para asistir a su madre, en sus últimos días. En enero de 1995 se produjo un aumento del número de muertes en Kikwit y sus alrededores. La hermana Dinarosa continúa como siempre, más aún, intensifica su trabajo. A quien le pregunta: “¿Pero no tiene miedo…?” responde:
“… Estoy aquí para servir a los pobres…”. Contagiada ella también, muere después de otras tres hermanas, el 14 de mayo de 1995.