Hermana Annelvira – la mujer que acoge la vida.
Celestina Ossoli, nombre de bautismo de la hermana Annelvira, nació en 1936 en Orzivecchi (BS), un pueblo en la orilla izquierda del río Oglio, tercera de los cuatro hijos de papá Lodovico y Elvira Zerbini. Dotada de temperamento sereno, vive la infancia divirtiéndose con los simples juegos posibles en aquellos tiempos, ayudando también a su mamá en una pequeña tienda “minimarket” o al papá en el trabajo de los huertos.
En el pueblo están presentes las Hermanas de los Pobres, y Celestina frecuenta con gusto el oratorio femenino, aprendiendo de ellas corte, costura y bordado. Educada en los valores cristianos, crece fortaleciéndose en un carácter cordial, alegre. A los 14 años comienza el aprendizaje de tejedora, y lentamente se abre camino en ella el sueño de consagrarse a Dios y al servicio de los pobres. Primero se lo confía a mamá Elvira, después de haber intuido que papá Lodovico tiene para ella otro proyecto: comprarle una máquina, que le permita confeccionar prendas de punto. De hecho, mientras un día trabajan juntos en los huertos, el padre le manifiesta su intención: Celestina responde que se consagrará a Dios, y se ve llegar de repente una bofetada tan fuerte que cae en tierra y pierde un diente. ¡Pero no desistió de su decisión!
En 1953, a los 17 años, está en Bérgamo, entre las Hermanas de los Pobres; recibe la primera formación y el nuevo nombre, Hermana Annelvira, que le recuerda el de su madre. A los 20 años emite la Primera Profesión; en Roma, después de otros dos años, es enfermera profesional y luego en Milán vía Aldini, entre los ancianos enfermos, solos y no autosuficientes, donde pasa de la teoría a la práctica, enriqueciéndose en experiencia.
Fue enviada al Congo en 1961, período marcado por una grave crisis después de que la nación obtuviera su independencia de Bélgica. Con el entusiasmo de sus 25 años se lanza al trabajo día y noche, sin ahorrar energías, hasta contraer una tuberculosis, que la obliga a una hospitalización en la clínica de Kinshasa; solo aceptará el tratamiento acondición de que todos los enfermos de tuberculosis del Hospital Kikwit reciban los mismos medicamentos que ella.
En 1967 regresa a Italia, frecuenta la Escuela de obstetricia en la Universidad de los Estudios en Roma, en 1969 vuelve para el Congo, con destino a Kingasani, uno de los barrios más pobres y poblados de la periferia de Kinshasa: durante ocho años se ocupa de la maternidad, siguiendo 30-40 nacimientos al día, ¡y la gente la llama “la mujer que acoge la vida”
En 1977 vuelve a Kikwit, como superiora de la comunidad; incansable como siempre, hacia las hermanas, enfermos, todos, se enferma todavía, en las piernas, y se ve obligada en silla de ruedas. De vuelta en Italia, con el riesgo de quedar enferma, supera una intervención y vuelve a Kikwit, entre su gente, aún durante 11 años. Luego dos años en la misión de Tumikia, y luego de vuelta a Kingasani. En 1992 fue elegida como Superiora Provincial en África. A pesar de las fatigas de los viajes, además de la no leve responsabilidad, se revela persona rica de humanidad, capaz de escuchar, fraterna solicitud y disponibilidad total.
Al contagio, aunque no conocido, de la primera hermana afectada por el virus, acude, afrontando un viaje de más de 500 km, y sigue con competencia y gran solicitud a las otras tres hermanas afectadas por el ébola; contagiada ella también y llevada en aislamiento, Muere el 23 de mayo asistida solo por los médicos de Atlanta, lejos de las Hermanas.